Retratos improvisados / Historias de viajes (4)
He titulado esta introducción a retratos improvisados ‘Historias de viajes’, pero bien podría haberlo llamado ‘Encuentros con la fotografía’.
En realidad, son dos conceptos que se dan simultáneamente siempre que viajo, ya que hasta el momento cuando podía dedicar tiempo a la fotografía era, únicamente, cuando viajaba bien en fines de semana o en vacaciones del año.
En esos viajes o encuentros, poco importa el lugar donde vaya, sea el centro de Madrid o cualquier otro país, pues no pretendo mostrar los sitios donde he ido y sus principales monumentos, sino otro tipo de imágenes más cotidianas, si bien es difícil en ocasiones por la idiosincrasia tan exclusiva de algunos lugares, que aparezcan irremediablemente iconos que definen el lugar donde me encuentro.
Sin embargo, no son esos iconos diferenciadores los que busco en los viajes.
En todos busco una mirada hacia lo cotidiano, personas, lugares u objetos, que se salgan de la típica fotografía de viajes, visiones más intimistas de lo que no aparece en los catálogos de viajes.
Las personas, lugares y objetos que fotografío, yo los denomino ‘no protagonistas’, porque no suelen ser objeto de la mirada de fotografía turística y de viajes en general. Eso sí, siempre intento dotarles de un sentido estético, de una atmósfera que los realce porque no soy partidario de imágenes crudas, aunque estas sean de lugares marginales o pobres.
Mi fotografía va dirigida a lugares solitarios con cierta atmósfera que me llegue, mercados, ancianos, niños en sus juegos, vendedores callejeros, conductores de bicicletas y carromatos, trabajadores del campo, pescadores, porteadores de objetos por la calle, penitentes de semana santa fuera de contexto, oficios a extinguir, mendigos, personas en labores del hogar, etc.
Son los ‘no protagonistas’ del glamour, del lujo o la ostentación. Mi mirada suele ir a ellos, unas veces con su aceptación y otras, muchas, sin que se den cuenta.
No me gusta intervenir en las escenas, salvo que no me quede más remedio, pero si me importan mucho los encuadres para sacar de contexto y sugerir algo más en los espectadores. Y aunque no me gusta intervenir en la acción de los personajes, sí espero que ellos hagan algo para el momento del disparo. En esos casos, puedo esperar el tiempo necesario para que pase algo que deseo que ocurra, que puede abarcar desde una mirada a un movimiento concreto.
Paseo por las ciudades y pueblos a la deriva, buscando diferentes ambientes, analizando exhaustivamente cada rincón y sus habitantes para, en un momento dado, anticiparme y realizar el acto fotográfico. Es cierto que pienso que para fotografiar un lugar, igual que pasa en los retratos, es mejor tener un conocimiento previo de la persona y del terreno, haber pasado más veces por ahí, si bien esto, en muchas ocasiones, no se puede lograr en los lugares a los que acudes la primera vez. Por el contra, la sorpresa también puede contribuir a crear el clima fotográfico ideal para ese momento.
Cuando fotografío en primer plano, trato de saber un poco de la historia de esa persona. No siempre lo logro y cuando no lo puedo conseguir, ya en casa miro sus ojos en la fotografía tratando de saber algo de lo que puede haber detrás, sabiendo de que es imposible ya.
Lamentablemente en algunos viajes organizados, disparo compulsivamente y con cierta ansiedad por el poco tiempo que dispongo, siendo difícil mantener una conversación con los ‘no protagonistas’ . En muchas ocasiones se quedan totalmente anónimos. Son personas en la parada de un autobús, en la taquilla de un cine, en lo alto de una escalera, sentados a la puerta de su casa, en las ventanas, etc.
En la postproducción, casi siempre me decanto por el blanco y negro, para que el lenguaje sea más directo, sin elementos de color que distraigan de la pequeña historia que quiero contar en la fotografía.
Hubo un tiempo que quería hacer de las fotografías un arte, embelleciéndolas en el positivado, ya que muchas veces se hablaba de fotógrafos artistas. Ahora tengo claro que lo que deseo es documentar la cotidianidad sin dotarla de belleza, pero sí con cierta plasticidad que otorga jugar con la luz, porque si no jugara con ella, no existiría la fotografía. Y eso es lo que deseo, ser fotógrafo de mi tiempo, sin más.