Historia de Dul
(fotografías de originales en papel baritado, virado al sepia)
Dul, fue encontrada en abril de 1999 por un veterinario a un lado de la autopista que circunda Madrid (M-30), con una pata rota y múltiples contusiones, presuntamente producidas por malos tratos de su anterior dueño. Estimó que Dul no contaba ni con dos años de edad.
Este la curó y escayoló, entregándola temporalmente a Adela para su cuidado, hasta poder encontrar un lugar más adecuado para un galgo y que no fuera un piso en Madrid. Adela le llamó "Dul" (Dulcinea), por ser hembra y por aquello de que tanto los galgos, como "Dulcinea del Toboso" están íntimamente ligados a la Mancha y como recuerdo a Don Quijote que poseía "un rocín flaco y un galgo corredor".
En el tiempo que permaneció en Madrid, Dul tenía mucho miedo a las personas. Se escondía en el último rincón de la casa y jamás expresaba alegría por nada. Mientras que cualquier perro desea salir a la calle en todo momento, a Dul había que cogerla en brazos para sacarla de la casa. Y una vez fuera, huía de cualquier persona que se encontraba a su paso.
En aquel momento la conocí yo, y desde el principio sentí deseos de fotografiarla, motivado por la expresión de su mirada y la tristeza que me produjo el contraste de la escayola en la pata de un galgo. Dos meses después y curada de sus lesiones, Adela contactó con Milagros, dueña de una pequeña casa en el campo, donde no existía ninguna otra vivienda habitada a excepción de una vaquería próxima.
Una vez instalada allí, conoció un perro llamado "Friqui" y una perra blanca llamada "Moa", pertenecientes a la vaquería. Tal vez los días que llegaron a continuación fueron los más felices de su vida. Tenía campo para correr y amigos con los que compartir sus salidas. No existían personas de las que asustarse. Un día llegó a traer una liebre a casa. Poco a poco, Dul fue ganando fuerzas y seguridad en sí misma.
Sin embargo, seguramente Dul jamás olvidó a las personas que cuando era un cachorro la trataron mal. Tanto es así, que acabo no diferenciando éstas con su última dueña, de tal manera que todos los síntomas de agradecimiento que tuvo al principio, los cambió por agresividad hacia las manos que le daban de comer.
Hace poco, escuché en la radio que los primeros seis meses de vida de un perro son fundamentales para la educación e identificación de su dueño. También me enteré que Dul no tuvo solución y finalmente hubo de ser sacrificada.
En el campo la echan de menos sus amigos "Friqui y Moa"